Ensayos realizados por Rizobacter junto con el INTA demostraron que los bioestimulantes mejoran las condiciones generales de la planta para responder a los fungicidas y lograr mayor control de los patógenos. La campaña fina está en marcha. Los cultivos invernales se encuentran en diferentes etapas fenológicas que van desde emergencia hasta macollaje, según sean cultivares de ciclo corto o largo respectivamente, y es el momento de reforzar el monitoreo de enfermedades foliares como manchas y royas en los lotes. “El cultivo que ya viene estresado por situaciones ajenas a las enfermedades, por ejemplo por el clima, tiene su metabolismo retardado y las defensas bajas. Esos efectos se pueden disminuir agregando bioestimulación foliar a la aplicación de herbicidas postemergentes, insecticidas y/o fungicidas”, especificó Valentin Bastini, Jefe de Producto de la Línea Nutrición y Bioestimulación de Cultivos de Rizobacter, una empresa de Bioceres Crop Solutions Corp. líder mundial en soluciones biológicas para la agricultura. En cuanto al momento de uso de estos bioestimulantes foliares, su uso es flexible; pueden utilizarse en diferentes momentos del cultivo aunque se recomienda realizar aplicaciones “proactivas” de manera temprana, a partir de que el cultivo tenga una cobertura mínima para poder absorber el producto a través de hojas y tallos. Esto permite incidir en la tasa de crecimiento y en los componentes de rendimiento (número de espiguillas por espiga, de granos por espiguillas, etc.), que se definen durante esta etapa de crecimiento y con el componente de rendimiento por definir. En la práctica, dicha ventana coincide con las aplicaciones de los diferentes fitosanitarios mencionados. “Estas tecnologías han mostrado un comportamiento destacable especialmente en condiciones restrictivas dentro de los cultivos y forman parte de una nueva tendencia en el apuntalamiento de la nutrición de los cultivos como un paso intermedio entre la fisiología y la nutrición y cuya utilización a nivel extensivo por parte de los productores tiene fuerte horizonte de crecimiento hacia las próximas campañas”, aseguró Gustavo Ferraris, investigador del INTA Pergamino –Buenos Aires–. En conjunto con la aplicación de fungicidas, ensayos realizados por Rizobacter junto con el INTA muestran que el uso de bioestimulantes eleva los niveles de eficacia en el control de los hongos. Los estudios fueron realizados con el producto Vitagrow, tanto en su formulación líquida para tratamiento de semilla como en su opción soluble para uso foliar. EN LABORATORIO La empresa analizó la respuesta de cultivos de trigo y cebada inoculados con enfermedades en condiciones de laboratorio, ante cuatro diferentes tipos de tratamiento: solo con aplicación de fungicida, con fungicida más tratamiento de semillas previo, con fungicida más bioestimulante foliar, y con fungicida más tratamiento de semilla y aplicación foliar. “En todos los casos, el uso de Vitagrow incrementó el desarrollo de defensas contra patógenos”, resumió Bastini. De acuerdo con Bastini, uno de los principales datos que surgen de estos de estudios es cómo la curva de la enfermedad, que siempre es ascendente a medida que avanza el estadio del cultivo, es contenida por la aplicación foliar del bioestimulante, así como el impacto en los niveles de incidencia y severidad de la enfermedad que se estabilizan. “Realizar tratamiento a semilla es fundamental para comenzar el cultivo con un mejor estatus sanitario, debido a que se reducen los porcentajes de enfermedad; no obstante, la aplicación foliar del bioestimulante es clave en tanto potencia la acción del fungicida y logra un quiebre: detiene el crecimiento de la enfermedad”, expresó Bastini. Y continuó: “La presencia del bioestimulante, en conjunto con terápicos y fungicidas foliares, le permite al cultivo activar el aparato metabólico integral y defenderse de mejor manera de una enfermedad. Eso se ve claramente en los ensayos, en donde la severidad baja sustancialmente en comparación con un testigo que solo recibió terápico y/o fungicida foliar”. A CAMPO Vale mencionar que estos resultados se están constando también en pruebas a campo, entre las que se destaca una realizada por el Grupo de Fitopatología del INTA Pergamino. El año pasado, los investigadores evaluaron la efectividad del uso de Vitagrow en dos momentos de aplicación foliar: en Z30 y 20 días después de ese estadio. Mientras diferentes tratamientos que combinaban la aplicación de fungicidas con otros bioestimulantes tenían una severidad del 14% y del 19% (caracterizada por una expansión de la enfermedad en los folíolos), con Vitagrow en una dosis de 0,15 kilogramos por hectárea, se logró un mayor control tanto en la aplicación en Z30 (fin de macollaje) acompañado por una severidad menor del 5,88% al igual que en Z30 + 20 días, momento en que se alcanzó una disminución del orden del 7,25% en la severidad. “Son tasas sumamente positivas de control para trigo y cebada, ya que estos tratamientos determinaron un aumento de rendimiento de hasta 590 kilos por hectárea o más de 10%, si se tiene en cuenta que el rinde total llegó a 5.700 kilos”, aseguró Bastini.